Así lo sentencian las leyes de la gravedad: Todo lo que sube, baja. Y si ya nos encontramos ante subidas irracionales y desmesuradas, la probabilidad de caída estrepitosa es aún más alta. Situación similar es la que está teniendo lugar en el mercado de la deuda, cuyo precio actual se percibe por los expertos financieros como una alarma del inminente bombazo. También es cierto que la formación de una burbuja no es de identificación sencilla, pues hasta que no se escucha el estruendo, pocos se aventuran a dar el aviso de “sálvese quién pueda”. Pronósticos aparte, es manifiesto que los precios de la deuda baten récord, y aún está por ver si dicho incremento prolongado se verá justificado o no.
Apetito desmedido
El mercado de la deuda europea ha experimentado un cambio radical, pasando en dos años de la desconfianza absoluta y casi repudio a presentarse como un suculento plato para los inversores en busca de altas rentabilidades dentro de un contexto de tipos de interés en mínimos históricos. El exceso de liquidez también invita a asumir mayor riesgo con, consecuentemente, mayor retorno asociado, lo que contribuye a la desvirtuación del precio de los bonos.
La euforia compradora sorprende, sin distinción por niveles de riesgo o de calificación de la deuda. De hecho, las empresas de high yield europeas llevan emitidos 49.572 millones de euros, rozando la demanda los límites de la irracionalidad. Credit Agricole, por destacar un caso, recibió peticiones superiores a los 20.000 millones por una emisión en enero de 1.750 millones de dólares. La deuda soberana española no se queda atrás, pues se ha rebasado la misma cifra de demanda por su primer bono indexado a la inflación. Finalmente, el estreno quedó cerrado con una emisión de 5.000 millones a un tipo de interés del 1,835%. Las últimas en subirse al carro, las empresas nacionales también se han beneficiado del respaldo de los inversores y han colocado deuda a un coste mínimo histórico: Telefónica con 1.250 millones en bonos a ocho años al 2,242% o Bankia, con 1.000 millones de euros en bonos de deuda subordinada al 4% de rentabilidad.
Ante tal panorama, el Banco Central Europeo está planteándose tomar cartas en el asunto para reanimar la inflación o incluso se ha mencionado un QE (quantitative easing) o puesta en funcionamiento de la maquinaria de imprimir billetes, anuncios que ya han tenido su efectos en los mercados provocando una disminución en los tipos de interés. Los rumores sobre medidas adicionales y estímulos de expansión monetaria atraen y convencen a los inversores, favoreciendo especialmente a la deuda periférica. Así, la clave para algunos países para combatir la crisis es el crecimiento apoyado en la emisión de deuda. España, por ejemplo, casi ha triplicado su deuda, que ha pasado de representar el 36,3% del PIB en 2007 al esperado 100,2% este año según los pronósticos de Bruselas.
Todo apunta a un descontrol de los niveles de deuda que se encauzan en la senda de lo insostenible. En manos de las autoridades monetarias y de los gobiernos queda controlar la generación de una burbuja y evitar males que lamentar.
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