Para comprender la deflación, primero debemos recordar que, durante periodos de inflación elevada, ciertos productos reducen su contenido. En vez de incrementar su costo de venta, el consumidor comienza a obtener menos por el mismo precio. Es una práctica jurídica, un método (a veces no completamente claro) para preservar el margen de ganancia del productor. Conociendo este efecto como reduflación.
¿Qué es la reduflación?
Los expertos denominan a este fenómeno como “la inflación oculta“. Fundamentalmente, implica disminuir la cantidad de producto que se comercializa al cliente, manteniendo (o incluso incrementando, en algunas situaciones) su precio. Es una práctica que se lleva a cabo desde hace décadas, aunque se ha estructurado y mejorado en los años recientes.
¿Cuándo ocurre la reduflación?
La deflación sucede cuando existen demasiados productos disponibles o cuando no existe suficiente dinero en circulación. Por lo tanto, disminuye el costo de los productos y servicios.
Es decir, si un modelo específico de teléfono móvil adquiere gran popularidad, es probable que otros productores empiecen a producir uno parecido para competir. En breve, las empresas contarán con más dispositivos de los que pueden comercializar, y tendrán que reducir el costo de los teléfonos. Las compañías con exceso de inventario deben disminuir gastos, lo que frecuentemente resulta en despidos.
Por lo tanto, los individuos sin trabajo no cuentan con el dinero suficiente para adquirir productos. Así pues, para persuadirlos a comprar, los precios disminuyen, generando un círculo perjudicial.
¿Cómo protegerse en este escenario?
Si una docena de naranjas se transforma en diez, manteniendo el precio inicial, solo es necesario que en el embalaje se indique correctamente que la naranja que se está adquiriendo es decena. La obligación de verificar la cantidad de naranjas adquiridas y su pago por ellas recaerá en el consumidor.
No obstante, la reduflación puede suceder en un arma de corte doble. Por un lado, puede ofrecer ventajas económicas a corto plazo, en periodos de elevada inflación donde tanto el incremento en los precios como la modificación de la composición o componentes del producto son tácticas complicadas de poner en práctica o perjudiciales.
No obstante, si el consumidor percibe que este recurso ha sido utilizado, puede sentirse engañado, perder la fe en la marca y buscar opciones distintas.
Consecuencias de la deflación
La deflación puede llevar a una situación de recesión o depresión financiera. Los bancos centrales generalmente se esfuerzan por frenarla tan pronto como empieza, dado que periodos extensos de deflación pueden obstaculizar el desarrollo económico y elevar los índices de desempleo.
De la misma manera que la hiperinflación no es aconsejable, las subidas de precios sin control pueden llevar a una espiral deflacionaria perjudicial. Este escenario suele suceder durante etapas de crisis financiera, como una recesión o depresión. En este lugar, la producción económica disminuye y se agota la demanda de inversión y consumo. El resultado es una reducción global en los precios de los activos, ya que los productores deben liquidar los stocks que las personas ya no desean adquirir.
Tanto los consumidores como las compañías empiezan a mantenerse a salvo de posibles pérdidas económicas. Cuando se ahorra más dinero, también se reduce el gasto, lo que disminuye aún más la demanda total. Las anticipaciones de los individuos acerca de la inflación futura provocan que empiecen a acumular dinero. Por lo tanto, los consumidores tienen menos motivaciones para invertir hoy cuando pueden aguardar que su dinero adquiera más valor mañana.
¿Cuál es la diferencia entre inflación y deflación?
La inflación se refiere al aumento general de los precios, mientras que la deflación se refiere al contrario, es decir, cuando el nivel global de precios se reduce significativamente y de manera prolongada a lo largo del tiempo. No existe una buena o mala opción, sino que lo más conveniente es hallar una estabilidad en los precios. En otras palabras, si se incrementa el valor del dinero, también se incrementa el nivel de precios.
Los responsables de preservar esta estabilidad son los Bancos Centrales de los distintos países, quienes ponen todo su empeño en que los precios no experimenten incrementos ni reducciones notables. En España, se miden los precios mediante el Índice de Precios al Consumo (IPC), desde el cual se supervisa minuciosamente la progresión media de los precios de una variedad de productos de consumo en las familias.
La inflación y la deflación impactan directamente en el sector financiero. Normalmente, los acreedores se benefician de la deflación y los deudores de la inflación. Por lo tanto, en situaciones de alta inflación, los tipos de interés suelen ser más altos que en periodos de deflación.
¿Pueden las empresas aprovecharse de la reduflación?
Esta técnica conocida como reduflación permite a los comercios conservar la rentabilidad de su empresa en un contexto de inflación. En vez de incrementar el costo de los artículos, las compañías disminuyen la cantidad de producto que comercializan al mismo costo, lo que les facilita conservar sus márgenes de ganancia e incluso aumentarlos si la reducción se aplica a productos esenciales o sin rivalidad en el mercado.
Además, la reduflación también puede propiciar un incremento en el volumen de ventas, dado que los clientes pueden sentir que están adquiriendo una oferta o un producto más asequible en cuanto a precio. No obstante, esta táctica puede afectar de manera adversa la visión del consumidor acerca de la marca a largo plazo, dado que puede ser vista como engañosa.
Para más información sobre este efecto y otros se puede acudir al Máster en Derecho del Consumidor con la motivación de adoptar las claves de una buena gestión y seguridad en el conocimiento de la deflación.
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